sábado, 12 de mayo de 2012



   Belmonte y su adiós de Madrid



Belmonte y su adiós de Madrid Para su actuación del 22 de septiembre de 1935 en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, Juan Belmonte hizo saber que esa sería su postrera presentación vestido de luces ante el público de la capital española. Y se fue triunfalmente, cortando el rabo al toro Ocicón de don Francisco Sánchez de Coquilla, corrido en cuarto lugar esa memorable tarde.

Apenas un año antes, al reaparecer ante la cátedra, había cortado, en la cuarta corrida de toros que se ofrecía en ese nuevo escenario, el primer rabo de su historia, a Desertor de doña Carmen de Federico. Eran los tiempos en los que se podía ser el primero en varias cosas. Así, Fortuna mató el primer toro en ese ruedo, Hortelano, de Juan Pedro Domecq, antes Veragua; Maravilla cortó allí la primera oreja; Armillita y Domingo Ortega dieron la primera gran tarde de toros y podemos seguir en una sucesión de primicias, pero no es el caso.

El día en el que probablemente su amigo Sebastián Miranda le hizo entrega del busto que carga en la imagen que da pie a que meta yo los míos, Juan Belmonte pronunció lo que sería su última lección magistral ante la afición de Madrid. Y lo hizo vestido de plata, así como cuando el día que reapareció, su vestido iba bordado en hilo blanco. Federico M. Alcázar, que por esos días tenía su tribuna en el diario La Voz, expresa estos pareceres acerca de la comparecencia del Pasmo esa señalada tarde:

...Yo no sé si esta nueva estética llegará a su completa realización o quedará sólo en Belmonte, pues depende de que encuentre otro genio interpretativo – no creador – que lleve la lleve al término de su desarrollo dándole cabal y perfecta expresión... Yo no sé si Belmonte se va o se queda y si la de ayer es la última o penúltima corrida que va a torear. Si no es merece serlo, para que su recuerdo quede en la memoria de la afición... Como amigo, quiero que se marche y no se exponga a los riesgos que tiene la profesión, a pesar de que el riesgo – como ha dicho D'Annunzio y ayer me recordaba Sebastián Miranda –, es el eje de la vida sublime... ¿Qué faena fue la mejor? Las dos: pero de más mérito la del cuarto. Y el mérito de esta faena no radica en el número y calidad de los pases... sino en ver dónde estaba la faena y realizarla precisamente allí. En darle al toro lo que pedía... Y después de torear, matar. Y matar bien, esto es, con estilo de matador. Una tarde de apoteosis, con la oreja del primer toro, las orejas y el rabo del cuarto y un público enardecido que no cesa de aclamarlo delirante, loco de entusiasmo...

La conclusión generalizada de quienes vieron al torero de Triana irse de los toros por propia decisión, era de cierta extrañeza. Se veía pleno de facultades y anunciando, como lo apunta la crónica de Alcázar, una nueva manera de hacer el toreo. Así también parece advertirlo Federico Morena, de El Heraldo de Madrid, que reflexiona lo siguiente:

...El traje que lleva puesto – corinto y plata – es un símbolo. La montera también. Son – o lo parecen al menos – de aquella época, de la época de la alternativa. Representan cuanto de viril y grandioso tenía el toreo entonces. Representan también cuanto aportó al toreo Juan Belmonte, el verbo, el generador del nuevo arte... Los discípulos de Juan han aprendido, al cabo del tiempo, a parar y a templar. En esto alcanzan, sin duda, un alto grado de perfección. Pero no han dado con el secreto de ligar, pese a las lecciones que el maestro ha explicado en reiteradas salidas...

Lo que Morena y Alcázar, ambos en su éxtasis por el triunfal adiós de Belmonte no alcanzan a vincular, es que unos cuantos años antes, otro torero sevillano – y trianero también – Manuel Jiménez Chicuelo, había encontrado la manera de reunir las piezas de ese rompecabezas suelto que implica el parar, templar y ligar al mismo tiempo. Lo había hecho ya en México con los toros Lapicero y Dentista de San Mateo en 1925 y en la Plaza de la Carretera de Aragón que estaba a punto de sucumbir a la picota, lo dejó patente con el toro Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero.

Quizás ese 22 de septiembre de 1935, cuando para lidiar esa corrida de Francisco Sánchez de Coquilla se acarteló con Marcial Lalanda y Alfredo Corrochano, Juan Belmonte decidió que era ya la hora del adiós, era porque sabía que el círculo se había cerrado y que, sus continuadores tendrían, a partir de ese momento la responsabilidad y el peso de llevar adelante la evolución del toreo. Texto: XAVIER GONZÁLEZ FISHER fotografía: MANUEL VAQUERO

viernes, 5 de agosto de 2011

EL DIVINO CALVO

Gracias a Xavier González Fisher hemos podido recuperar algunas entradas del antiguo blog "Toreros Antiguos", que, recuerdo, fué hakeado por elementos antitaurinos.
La entrada es del 21 de enero del 2010






Era aún un tierno rapazuelo el siglo XX, aquella tarde en que alternando Rafael el Gallo con Vicente Pastor, había cosechado el primero de ellos una de esas faenas en que la suerte de que más uso hizo fue la de la “espantá”. El público de Madrid, haciendo gala de esa frenopática sutileza que de siempre le ha caracterizado, lo quiso devorar. Imáginese el centón de donaires que podían salir de aquellas fauces abigotadas, previo paso por el magín cubierto de hongos y canotiers de la época. El “zordao romano”, que fue como el ingenio sevillano motejó a Vicente Pastor, se acercó a Rafael con objeto de consolarle haciendo causa común con él, diciéndole “Hay que ver, Rafael cómo está el público esta tarde“. A lo que el inmarcesible artista andaluz contestó: “Para ti, estupendo. Te los he dejado a todos roncos“.Genial.Y es que ese es el epíteto que de siempre acompañó a Rafael.



El de genial. Juan Belmonte acertó de pleno al observar que se torea como se es. Y Rafael, dado que era genial, toreaba genial. Él mismo lo decía al justificar una de sus más que constantes tardes de penumbra, “los toreros estamos unas veces genial, y otras menos genial“. Los toreros.Y es que Rafael tenía muy claro su concepto del Toreo. Hay quien se empeña, con un obstinado afán pedagógico, en pretender crear compartimentos estanco. En ubicar con un punzón en el pecho, como si de una colección de mariposas se tratara, a cada torero dentro de una corriente. Como si los toreros, y más aún los que tienen el don natural del Arte, no pudieran ser permeables a distintas pautas que engrandezcan su patrimonio conceptual.


Rafael el Gallo desarrolló su carrera taurina en distintas épocas, y si bien es cierto que guardó soberano respeto por los matices aprendidos de su padre, el señor Fernando, en aquella huerta del Lavadero de la sevillana localidad de Gelves, no es menos cierto que en su sangre fluía también la flema de una raza insumisa por definición, e inadaptada por aspiración. De la señá Gabriela lució el distintivo de una gitanería de cuño aristocrático con el anarquizante perfume de aquel ascendiente que fue Manuel Díaz “Lavi”. Un torero capaz de sostener encendidas conversaciones con los toros. Y es que el señuelo gitano, abomina de las escuelas. De este modo, Rafael se sostuvo durante muchos años gracias a ese preclaro concepto que ocultaba la pirotecnia de lo inesperado. Consciente del caudal heredado, no por ello dejó de innovar, de transitar nuevas vías a través de la creación de inéditas suertes tamizadas todas ellas por el sutil secreto en que reposa el toreo eterno. Porque Rafael siempre hizo gala de una cachaza apuntalada por un temple de vocación perenne. Jamás fue brusco con los toros, ni pretendió dirimir diferencias a base de tosquedades como sus coetáneos Bombita y Machaquito. Él jamás incurrió en esfuerzos banales, si de llevar la contraria a un toro se trataba. De ahí que se le designara como un torero anticombativo. Al toro que le observaba química en la mirada no trataba de disuadirle, ni con la donosura del cuidado paño de su muleta, ni con el esforzado afán de un trabajo que él evaluaba de infructuoso.No obstante, esto no significaba que tuviera bajas las defensas de su orgullo. Con ocasión de los consejos que le dispensaba su hermano menor, Joselito, instándole a retirarse por considerar que deambulaba por la delgadísima línea que separa lo gallardo de lo grotesco, Rafael, le espetó: “¡Pero qué dices, mamarracho. Has de saber que yo soy mucho mejor torero que tú“. A Joselito. Ahí es nada. Ni que decir tiene que esa temporada rayó a una altura inimaginable.Rafael fue un torero a contracorriente. Un hombre que, desde la dúctil peana de su bonhomía, rechazó de forma silente y elegante los postulados concluyentes de una ortodoxia con hedor a rancio. Un torero que en la pira sacrificial se ofrendaba a sí mismo como víctima propiciatoria al dios de la imaginación. El artista consciente de su obra, cuidada desde el prisma que le instaba a buscar nuevas vías de expresión.Le llamaron el Divino Calvo, pues en su despejada mente bullía un mundo en permanente estado de creación. Sólo su respeto por la liturgia entronca con Lagartijo y con Guerrita, de quienes se aparta conceptualmente para seguir engrandeciendo el Arte del Toreo.Se distancia de tal modo de ellos, que se constituye en uno de los profetas de Belmonte. Es curioso que este sea un dato en el que muy pocos “doctores” taurinos ha reparado.

Sólo Hemingway acertó a consignarlo por escrito, “del mismo modo que Belmonte es el padre del Toreo moderno, Rafael el Gallo es su abuelo“. Y considero esta afirmación de una certeza incuestionable. Que Antonio Montes, o el Espartero, comenzaran a pisar los terrenos en que edificó Belmonte su herejía, no es suficiente aval como para otorgarles la exclusiva de tener al trianero por epígono. Juan no sólo descubrió un sitio, también abundó en un modo. En una manera. Y esa manera la venía cultivando años atrás Rafael el Gallo. Gaona reconoció que cuando vino a España, mucho antes de que Belmonte tomara la alternativa, en quien se fijaba era en el Gallo, “que por entonces era el que sabía torear“.Y es que, parece pretender germinar una nueva corriente con afán inversor en el dogma de un Rafael el Gallo anquilosado en la tauromaquia denominada clásica. Pues sepan que faltan a la verdad. El Divino Calvo no fue un torero antiguo. Ya Pepe Alameda lo tildó de heterodoxo sin asomo de violencia. Y ahí dio en la clave, porque Rafael fue un heterodoxo. No olvidemos que en todo heterodoxo late el germen de una nueva ortodoxia. La ortodoxia que llegó a la pila bautismal en brazos de Rafael.


Hay una fotografía ilustrativa de la modernidad de el Gallo. Se trata de una imagen en la que aparece el sin par torero instrumentando un natural a un berrendo de Concha y Sierra en la plaza de toros de Pamplona. Resulta de una contemporaneidad impresionante.Rafael se apartó, como ya he señalado de Lagartijo, de Guerrita y del más ilustre heredero de estos dos matadores, como fue su hermano Joselito de quien dijo: “¿Mi hermano José?. Aquello fue un gigante con una casta torera que no le cabía en el cuerpo. ¡Demasiada casta para poder torear bien!. Porque como era su obsesión dominar y tenía tan enorme poderío, a los cuatro pases ya estaban rotos sus toros. Yo le replicaba siempre, José tú tienes la culpa, porque para torear bien hay que acariciar“.Así pues, si pretendemos reivindicar la figura del Divino Calvo, hagámoslo con conocimiento de causa.A todo lo apuntado no me resta sino añadir que, naturalmente que Curro Romero y Rafael de Paula son consecuencia de Rafael el Gallo. Como todos los pocos toreros geniales que después de él han pisado el ruedo de una plaza de toros.

Fotografias: Manuel Vaquero (ARCHIVO RAGEL)
Texto de Francisco Callejo de www.lacharpadelazabache.com
Agradecimiento al gente torera ( http://www.gentetorera.es/) por facilitarnos los textos

lunes, 28 de marzo de 2011

Toreo en la Maestranza de Sevilla cuando me da la gana, don José…

El por qué de esta remembranza
Confieso que cuando Carlos me invitó a participar con esta colaboración, me adelantó algunas de las imágenes a las que acompaña este texto. Entre ellas viene un par que captan a Ignacio Sánchez Mejías banderilleando de adentro hacia afuera, algo que le distinguió durante su brillante paso por los ruedos.
Antes de ponerme a tundir teclas, pregunté sí sería bueno reducir esto al recuerdo de la tarde del 21 de abril de 1925 o hacer algo más general sobre el torero, que tiene una personalidad con muchas aristas para escribir sobre ellas. Al darme Carlos la “luz verde” con el tema, les presento ahora el resultado.
Algunos antecedentes de la situación
Ignacio Sánchez Mejías concluyó la temporada de 1922 en Ávila, estoqueando siete toros, tres de Antonio Pérez Tabernero, tres de Argimiro Pérez Tabernero y el sobrero de García de la Resina él solo. Al terminar la corrida, la sensación de que no había manera de satisfacer el interés de la afición con su actuar en el ruedo, le hizo declarar lo siguiente a Eduardo Palacio, cronista del diario madrileño ABC:
“Sí, esto se concluyó; cuando me jugaba desesperadamente la vida en el último toro, lo tenía decidido firmemente; el público no me quiere, me exige que me cuelgue de los pitones, lo hago por darle gusto, por escuchar su aplauso enloquecedor, y aún así me lo regatea tacañamente; he sido vencido en lucha tan desigual y lo dicho, amigos míos, esto concluyó...”
Se dedicaría a su familia y quizás a escribir, pero en esos momentos, los toros estaban fuera de toda cuestión.
Pese a todo, pudo más su afición y a mediados de la temporada de 1924 volvió a los ruedos y no obstante su tardío inicio, logró sumar 42 fechas. En esa temporada se conformó la Asociación de Empresarios y Propietarios de Plazas de Toros de España, que tenía como cabezas visibles a los señores Linaje (Madrid), Arau (Bilbao), Ucelayeta (Bilbao), Vallejo (Valladolid), Elío (Vitoria), Santiuste (Vitoria) y muy principalmente a José Salgueiro de Sevilla, que era la “eminencia gris”, aunque Linaje fuera el Presidente.
El funcionamiento de esa Asociación de Empresarios tendría en los hechos el de la agrupación económica conocida como cártel – pese a lo desprestigiado que está el término – toda vez que era un acuerdo celebrado entre dos o más empresas con miras a la dominación de un mercado determinado, para prevenir competencias externas. Las bases de operación de ese cártel, eran el establecer un honorario máximo para los toreros de 7 mil pesetas por corrida – se afirma que algunos toreros, como el mismo Sánchez Mejías percibían al menos el triple – y el sancionar económicamente a los diestros que se contrataran con empresas que no pertenecieran a la Asociación.
En el invierno de 1924 se forma la Sociedad de Matadores de Toros y Novillos y para presidirla se designa a Ignacio Sánchez Mejías, quien comenzará a pugnar por el derecho de los toreros a contratarse libremente y a gestionar con igual libertad el monto de sus percepciones. La respuesta de la Asociación de Empresarios fue el proponer en público una mesa de negociación, en tanto que en lo privado, José Salgueiro proponía a sus agremiados que no contrataran a Sánchez Mejías en ninguna de sus plazas.
Eso motivó que en febrero de 1925, la Sociedad de Matadores contratara al Presidente del Colegio de Abogados de Madrid, don Juan de la Cierva, para que le patrocinara una causa ante los Tribunales, en contra de los empresarios, que con su actitud, pretendían restringirles su derecho al trabajo y a la remuneración de éste. Al final, la resolución judicial fue favorable a los toreros.
El anuncio de la Feria de Abril de 1925

A finales de marzo de 1925, Salgueiro anunció los carteles de la Feria de Abril. El día 18 ante toros del Conde de la Corte, actuarían Chicuelo, Facultades y Antonio Posada; el 19, Chicuelo, Facultades y Litri lidiarían un encierro de Guadalest; el lunes 20, los toros de los hijos de Eduardo Miura serían para Juan Luis de la Rosa, Chicuelo y Martín Agüero y el martes 21 la feria cerraría con 8 toros de Santa Coloma para Juan Luis de la Rosa, Chicuelo, Martín Agüero y Litri. Posada fue herido el día 18 y fue sustituido por Chicuelo el día siguiente y por La Rosa los días 20 y 21.
Anunciados los carteles, Federico M. Alcázar, en el número correspondiente al día 1º de abril de la revista Mundo Gráfico, de Madrid, reflexionaba lo siguiente en un artículo titulado «En “La Perlita” darán razón»:
“…Ya está hecho el cartel de la feria de Sevilla. Ya se ha cometido el atropello, o, mejor dicho, el despojo de que han sido víctimas Sánchez Mejías y Marcial Lalanda. Una vez más ha triunfado el capricho y la arbitrariedad de un señor frente a las justas demandas de la afición de todo un pueblo. ¿Es esto lícito? Rotundamente, no. Lo hemos dicho en otra ocasión y lo repetimos cuantas veces sea preciso. Un empresario no tiene derecho, en nombre de ningún interés particular, a privar a un público de ver a un torero cuando éste es una garantía en taquilla. En esto no debe haber vetos ni sociedades, sino la fiesta y el público. Por encima del egoísmo y de los rencores de un empresario está la afición, que paga y la fiesta por cuyo esplendor deben velar unos y otros…”
El empresario de la Maestranza había cumplido lo que se propuso, al menos en lo que a él concernía, no contrató a Ignacio y se afirma que dijo: “En esta plaza, mientras yo sea empresario, no pisará más su albero ese torero…”.
Eso último, estaría por verse.
La corrida del 21 de abril
Chicuelo fue abroncado; La Rosa pasó de puntillas; Litri se mostró esforzado y Martín Agüero demostró por qué la Historia del Toreo le recuerda como uno de los grandes artífices de la suerte de matar. Fue en el segundo toro de su lote, en el séptimo de la jornada, en el que Ignacio Sánchez Mejías, pese a la admonición de José Salgueiro, toreó en la Plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y pisó su albero en la Feria de Abril de 1925.
Los hechos sucedieron de la siguiente manera, según las relaciones que de ellos se conserva:
La versión que publican Antonio García – Ramos y Francisco Narbona, es la siguiente:
“…tras la pelea con los jacos el clarín anunció el cambio de tercio y el banderillero de turno clavó el primer par, Ignacio, espectador de la corrida en primera fila de barrera, saltó al callejón y sin quitarse el sombrero de ala ancha se presentó en el redondel, requiriendo a Agüero. Solicitaba permiso para participar en el tercio. No puso obstáculo el vasco… conjuntamente, solicitaron la venia de la máxima autoridad en la plaza. Aceptó ésta y entre la renovada ovación del respetable allá se fue Sánchez Mejías, con la americana bien abrochada y el cordobés bien encajado, dejando tres pares de banderillas más. El conde de Colombí, testigo de la hazaña (y a quien debemos este testimonio) los describió así: «El primero fue espectacular, sin terreno casi para salir de la suerte; el segundo, de dentro a fuera, apoyando la espalda en los tableros de la barrera; el tercero, cambiando en la misma cabeza del toro, teniendo, después, que saltar al callejón.» Se escuchó una de las más grandes ovaciones registradas en la Real Maestranza. Luego Agüero brindó la muerte de su enemigo a Ignacio, que volvió, sonriente, a su asiento, como si tal cosa. Tan pronto el torero bilbaíno acabó con el bicho, el público le invitó a dar la vuelta al ruedo «con Sánchez Mejías», en medio de otra gran ovación. Cuando los dos espadas pasaron a la altura del burladero de la empresa, Ignacio se encaró con Salgueiro y muy cortésmente, le dijo: «Lo ve usté… Piso este ruedo y toreo en la Maestranza de Sevilla cuando me da la gana, don José…».”
La segunda versión, más inmediata, es la que apareció publicada en la crónica del diario El Guadalete, de Jerez de la Frontera, el día 22 de abril de 1925, titulada «Sánchez Mejías “capitalista”» que en su parte medular dice: 
“Séptimo: Negro lombardo… Un voluntario se arroja al ruedo y después de dar varios pases es detenido. Agüero lancea bien. Sánchez Mejías, que se encuentra presenciando la corrida, pide permiso para banderillear, otorgándoselo la presidencia. Al saltar al anillo Ignacio el público le ovaciona y la música deja oír sus acordes. Entra por los terrenos de adentro y deja un buen par. Después intenta sesgar de nuevo y se ve precisado a saltar la barrera. Vuelve a la carga y con extraordinaria valentía, sin tener apenas salida, exponiéndolo todo, coloca un par magnífico, sucediéndose las ovaciones. Martín Agüero brinda a Sánchez Mejías. Está con el reflejo cerca y breve, intercalando dos pases de pecho estupendos. Entra soberbiamente al volapié y deja el estoque en todo lo alto. (Ovación grande, regalo del brindado y petición de oreja). Martín e Ignacio dan la vuelta al ruedo, siendo muy aplaudidos, incluso por los Reyes...”
En lo esencial, las dos versiones son coincidentes, salvo por la mención que hace la segunda de la presencia de los Reyes de España en el festejo.}
Lo que me impresiona de la información en torno al festejo y al hecho mismo, es la manera en la que se intentó silenciar. Los diarios de Madrid, lo consignan en un par de líneas. Solamente los nocturnos, El Heraldo y La Voz mencionan con algo de desarrollo el suceso; el ABC, simplemente lo omite y en las publicaciones especializadas, podemos ver que La Lidia lo reduce a un par de líneas y en El Toreo ni siquiera se reseña el festejo. Tal era la fuerza de la Asociación de Empresarios, que a toda costa pretendía mantener la victoria pírrica de Salgueiro, pues pese a todo, Ignacio Sánchez Mejías seguía manteniéndose en los primeros sitios del escalafón.
La temporada 1925 la concluyó Ignacio con 61 corridas y aún así se dio tiempo para hacer crónica y crítica taurinas en el diario La Unión de Sevilla. Hoy tenemos la oportunidad de conocer mucha de esa obra periodística en el libro titulado “Sobre Tauromaquia”, publicado el pasado año en Córdoba.
No obstante, considero que la hora dorada de Ignacio Sánchez Mejías ese 1925 fue el momento que perpetuara Andrés Martínez de León en su obra que titulara “El Lanzamiento” y que aquí intenté recordarles.


Ojalá sea de su gusto y de su interés.
Xavier González Fisher. Aguascalientes, México.
Foografias: Manuel Vaquero

Muchas gracias Xavier.
Un abrazo
Carlos González Ximénez

domingo, 14 de noviembre de 2010

Alternativa de Domingo González Mateos (Dominguín)






















Domingo González Mateos (Dominguín)

(Fotografía realizada por el gran maestro Aurelio Rodero Reca, uno de los más ilustres fotógrafos taurinos, asesinado en Madrid, en la Puerta del Sol, durante los primeros días de la Guerra Civil Española, iba acompañado del novillero Finito de Valladolid)

Alternativa de Dominguín.

Un destripaterrones de Quismondo
La fotografía que da motivo a esta entrada, obra de Aurelio Rodero – socio de Manuel Vaquero hasta la muerte de éste –, es una de las clásicas de la iconografía del toreo. José Gómez Ortega “Joselito”, entregando los trastos y la dignidad de matador de toros a “Dominguín”. La fotografía de Augusto Rodero es la que ilustra la crónica del festejo en “La Lidia” y también, el libro de Pepe Dominguín titulado “Mi Gente” en el capítulo que hace referencia a la ceremonia.
Domingo González Mateos, “Dominguín” (Quismondo, 4 de agosto de 1895) quien resulta ser la cabeza de una de las dinastías más celebradas del planeta de los toros se lanza a la aventura de los ruedos en el año de 1916, cuando comienza a recorrer diversas pueblos y plazas en el aprendizaje de la profesión de torero, matando su primer novillo el día de la Asunción en Torrijos ese mismo año.
Al año siguiente logra presentarse en Madrid, primero en Tetuán de las Victorias y después en la Plaza de la Carretera de Aragón, sin convencer a la afición. Regresa a la capital hispana en febrero de 1918 y tiene ocasión de acreditar sus avances, lo que le permite en ese mismo año, recibir la alternativa que le convierte en matador de toros.
Así, para el día 26 de septiembre de ese 1918, se anuncian 6 toros de don Juan Contreras para Joselito, quien apadrinará en una ceremonia doble al sevillano Manuel Varé “Varelito” y al toledano “Dominguín”. Al final de cuentas, de los toros de Contreras solo se lidian cuatro, siendo sustituidos el primero y el sexto por dos de Salvador García de la Lama. En esa tarde, los toreros partieron plaza al son del pasodoble “Dominguín” obra del compositor toledano Jacinto Guerrero, estrenado en honor a nuestro personaje.
El hecho de que en la tarde se concedieran dos alternativas por un mismo padrino, fue motivo de alguna crítica. Paco Media Luna, en el semanario “El Toreo”, del 30 de septiembre siguiente, dice lo siguiente:
“…Hemos llegado a un término de novedades, que ya, efectivamente, no sabemos de dónde sacarlas. Algunos años llevábamos viendo corridas de toros, y habíamos visto perder, por novedad, el privilegio que Madrid tenía de dar alternativas absolutas, con las plazas de Sevilla, Valencia y las del maestrazgo en general; habíamos visto corridas en que se daba la alternativa a un solo lidiador, constituyendo la fiesta en que esto sucedía un verdadero acontecimiento para el público y para el torero quien alcanzaba la distinción; pero esto de que hubiera saldos de alternativas y un solo espada para concederlas en una sola fiesta, eso, la verdad que no lo habíamos visto, ni aún sospechábamos que pudiera ocurrir… Y sin embargo, sucedió; esta suerte o desgracia le tocó a Joselito, y el esperar el turno para tomar la alternativa en una misma tarde, como quien va a tomar la cédula, les correspondió a Varelito y a Dominguín, con seis toros de la ganadería de don Juan Contreras...”
A “Varelito” se le alternativó con “Flor de Jara”, de García de la Lama y sin mediar espacio, el segundo de la tarde fue el de la cesión a “Dominguín”, se llamó “Agujeto”, de Contreras, llevaba el número 20 y fue de pelo negro zaíno. Domingo González, vestido de verde esmeralda y oro, después de brindar a su padrino, lució como un torero poderoso, merecedor de nuevas oportunidades, tal y como lo describe “Zig – Zag” en el ejemplar de La Lidia del 30 de septiembre:
“...El toledano Dominguín tuvo 'mala pata', en los toros que le cupieron en suerte. El de la alternativa se le fogueó por manso, además era un toro que huía de su sombra, y el chico de Quismondo le obligó y le hizo embestirle al capotillo, dedicándole unos bonitos lances, entre los que sobresalieron una verónica y un ceñido recorte con la rodilla en la arena… Muy templado, muy bien y von conocimiento y dominio le toreo con la muleta y con una cantidad enorme de ganas, entró dos veces, en las que pinchó bien, acertando al segundo golpe de descabello... A pesar de todo, Dominguín se presenta como torero más completo y seguro con la muleta...”

Por su parte, Ángel Caamaño “El Barquero”, en la edición nocturna de El Heraldo de Madrid de la fecha de la corrida escribió:

“Este chico, que empezó
como empieza otro cualquiera,
y pronto se destacó
entre la gente torera,
una veces imitando
el estilo de un coloso,
y otras veces demostrando
que hay en él algo grandioso;
este chico ya está en la deseada jerarquía
y el 'vistobueno' le da
el rey de la torería.

Veremos si se va al fondo
cuyas negruras espantan,
o en la plaza de Quismondo
una estatua le levantan.”

La tarde de su alternativa, fue el arranque de una gran historia dentro del ambiente taurino, que comprendió el desarrollo de toreros como Domingo Ortega, Cagancho y sus propios hijos, el desarrollo de actividades empresariales en España y América y una importante vinculación con la fiesta en México, pues fue empresario y copropietario del viejo Toreo de la Ciudad de México y apoderado español de toreros de esta tierra como Armillita, Rafael Rodríguez, Silverio Pérez y “El Soldado” entre los más destacados.

El título de la entrada lo tomo de una expresión suya, hecha en torno a la presentación de Domingo Ortega en Tetuán, el año de 1929:

“Tiene que venir y pronto, un destripaterrones que ponga el toreo boca abajo o patas arriba, como prefiráis…”

“Dominguín” falleció en Madrid, el 21 de agosto de 1958.

Textos: Xavier González Fisher

martes, 9 de noviembre de 2010

Alternativa de TATO de Méjico


















Edmundo Maldonado (Tato de Méjico)

Al comenzar la temporada de 1928 llegó este diestro mejicano a España y se estrenó a la chita callando en la plaza de toros de Tetuán de las Victorias, donde obtuvo general aceptación e hizo oposiciones para presentarse en la de Madrid el día 15 de agosto y matar reses de Gabriel González con Fermín Esteban, Sacristán Fuentes y Aldeano.
El éxito que obtuvo el 23 de septiembre en dicha plaza madrileña, hizo que los organizadores de la corrida de la Prensa le dieran en ella un puesto para que se doctorara, y, en efecto, el 11 de octubre siguiente tomó la alternativa de manos de Fortuna en la expresada fiesta, cuyo cartel lo completaron Valencia II y Villalta. Lidiáronse cuatro toros de Aleas (M.), y cuatro de Martín Alonso, y el trabajo del neófito no pasó de medianejo.
En 1929 no figuró más que en siete corridas, y como para torear tan poco no merecía la pena venir de Méjico, al regresar a su país decidió no efectuar ningún otro viaje a España.
Durante el invierno de 1936-37 actuaba como novillero en el Perú.
Nació en la capital de Méjico el 15 de marzo de 1910.


Fotografía: Manuel Vaquero (ARCHIVO RAGEL)
Texto: Historia de los matadores de toros. "DON VENTURA"

viernes, 25 de junio de 2010

Joselito


Fotografía: Manuel Vaquero (Archivo Ragel)